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Así puede prevenir el ejercicio la aparición del Alzheimer

Cada vez hay una mayor evidencia que demuestra que la actividad física y el entrenamiento con ejercicios pueden retrasar o prevenir la aparición de la enfermedad de Alzheimer. Este tipo de actividad aumenta el volumen de materia gris y blanca, mejora el flujo sanguíneo y la función de la memoria. Sin embargo, falta por encontrar los biomarcadores sistémicos –sustancias que evidencian un estado biológico y que se utilizan para detectar el proceso de una enfermedad– que puedan medir los efectos del ejercicio en la función cerebral y que se vinculen con respuestas metabólicas importantes.

Un equipo de expertos liderados por Henriette van Praag, del Schmidt College of Medicine and Brain Institute de Florida Atlantic University y Ozioma Okonkwo, del Wisconsin Alzheimer’s Disease Research Center and Department of Medicine en la Universidad de Wisconsin-Madison probaron la hipótesis de que tres biomarcadores específicos, que están implicados en el aprendizaje y la memoria, aumentarían en los adultos mayores después del entrenamiento físico y se correlacionarían con los marcadores cognitivos y metabolómicos de la salud cerebral.

En concreto, examinaron la mioquina catepsina B (CTSB), que se secreta desde el músculo a la circulación después del ejercicio y está asociada con la función de la memoria. De hecho, los mayores con deterioro cognitivo tienen niveles más bajos de CTSB en suero y cerebro. En segundo lugar, el factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF), una proteína que se regula en el hipocampo y es importante para la plasticidad y la función de la memoria, y por último, klotho, una proteína que puede mejorar la cognición y la función sináptica y está asociada con la resistencia a las enfermedades neurodegenerativas, posiblemente al apoyar las estructuras cerebrales responsables de la memoria y el aprendizaje.

Corriendo playaLa actividad física puede retrasar o prevenir la aparición del Alzheimer

Los investigadores realizaron un análisis en muestras de sangre de 23 adultos asintomáticos de mediana edad tardía, con riesgo familiar y genético de la enfermedad (edad media de 65 años, 50 por ciento de mujeres). Se dividieron en dos grupos: actividad física habitual y actividad física mejorada. El segundo grupo se sometió a 26 semanas de entrenamiento supervisado en cinta rodante. Se tomaron muestras de sangre para ambos grupos al inicio del estudio y después de 26 semanas.

Los resultados del estudio, publicados en la revista Frontiers in Endocrinology, mostraron que los niveles plasmáticos de la mioquina catepsina B aumentaron después de este entrenamiento de ejercicio aeróbico estructurado de 26 semanas en adultos mayores con riesgo de Alzheimer. Y precisamente el aprendizaje verbal y la memoria tenían relación con ese cambio en el marcador.

Los niveles plasmáticos del factor neurotrófico derivado del cerebro disminuyeron y se produjeron cambios en los metabolitos del microbioma intestinal. “Nuestros hallazgos posicionan a CTSB, BDNF y klotho como biomarcadores de ejercicio para evaluar el efecto de las intervenciones en el estilo de vida sobre la función cerebral”, asegura van Praag. “Los biomarcadores sistémicos que pueden medir el efecto de las intervenciones de ejercicio en los resultados relacionados con el Alzheimer de forma rápida y a bajo costo podrían usarse para informar la progresión de la enfermedad y desarrollar nuevos objetivos terapéuticos”, afirma.

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